jueves, 11 de marzo de 2010

CAMBIO CLIMÁTICO Y TURISMO: REALIDAD Y FICCIÓN


Poner precio a las emisiones de gases de efecto invernadero que genera el turismo puede ser una de las soluciones para disminuir su impacto en el calentamiento global y, a la vez, minimizar los efectos de este fenómeno en el sector.
Esta es una de las conclusiones del libro "Cambio climático y turismo: realidad y ficción", en que el 40 expertos internacionales convocados por la Organización Mundial del Turismo (OMT) analizan la relación entre el calentamiento global y el futuro de un sector que genera un 5 por ciento de la emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Durante su presentación, el profesor de la Universidad de Valencia Eduardo Fayos-Solá, coordinador del libro, ha subrayado que el turismo es "un vector" del cambio climático, pero también "una víctima", dada la "altísima" dependencia de la actividad turística respecto de la estabilidad climática y meteorológica (ausencia de fenómenos extremos).
El profesor Fayos-Solá ha advertido de que "estamos asistiendo al entierro de la edad de la inocencia en el turismo; esa era en la que creíamos que el turismo resolvería todo, que no tendría impactos, que no consumía espacio y no tenía costes ambientales".
"El libro es un chorro de agua fría sobre esto", según este profesor, secretario ejecutivo del Consejo de Educación y Ciencia de la OMT, quien ha incidido en que el turismo, como cualquier otra actividad económica, está basado en un uso "derrochador" de la energía.
En este sentido, ha considerado que el turismo "está mejor posicionado que otras actividades para el uso de energías renovables".
El libro señala "el final de un paradigma de hacer turismo y apunta hacia una nueva forma de hacer las cosas, hacia un turismo razonable y sostenible".
A este respecto, ha abogado por la urgencia de acabar con la "ignorancia" de que el turismo "no daña". Para ello, en primer lugar hay que explicitar sus costes ambientales, de tal forma que el turista conozca las emisiones que genera un determinado viaje en avión o el hotel en el que se va a alojar.
Se trata de instaurar un "sello de calidad ambiental", similar al que ya poseen los electrodomésticos en función de su eficiencia energética.
Con conocimiento, el turista podrá abandonar la actitud de que "viajar lejos es muy bonito y muy exótico".
Además, según Fayos-Solá, "los turoperadores ya se están dando cuenta que el turista de alto poder adquisitivo empieza a pensar que ya no es tan snob decir me ido a Australia un fin de semana y he metido doce toneladas de dióxido de carbono en la atmósfera".
Pero la buena voluntad del ciudadano y del sector privado no será suficiente, por lo que "tarde o temprano tendremos que hablar de tasas e impuestos".
"En la economía de mercado, solo hay una medida concreta para actuaciones globales: aumentar el precio en los productos no deseables y disminuir o favorecer el consumo de actitudes o servicios que si son deseables", ha recordado Fayos-Solá.
Sobre si aconsejarían a un turista que dejara de realizar viajes con alto coste ambiental, ha señalado que "las recomendaciones vendrán cuando empecemos a medir cuál es el coste de emitir dióxido de carbono a la atmósfera y empecemos a poner un precio a ese coste y a cobrarlo".

Fte:EFE

Interesante, cuando menos...

Saludos y buen día